Rosasa y Espinas

Existe un dicho bastante difundido que dice que “no hay rosas sin espinas”. Haciendo referencia a que muchas veces lo bueno viene acompañado de algo no tan bueno. A veces nos parece que el gobierno nos plantea muy seguido esta disyuntiva. Algo así como tener que “bancar” decisiones en el hoy en función de una buena noticia en el mañana.

Ejemplos sobran. Si te gusta el superávit fiscal, bancate la licuadora y la motosierra. Y también bancate el impuesto PAIS y las retenciones. Si no te gusta la inflación, bancate los efectos temporales de buscar el superávit fiscal. Si te gusta que el Banco Central acumule reservas, bancate el cepo y la emisión (al menos hasta que se puedan eliminar). Si te gusta la competencia, bancate la importación. Si no te gusta “la casta”, bancate los malos modales. Si te gusta que pueda sacar la ley Bases, bancate que busque un acuerdo con la casta para hacerlo. Si te gusta la estabilidad, bancate el atraso del tipo de cambio, aunque afecte las exportaciones. Muchos temas planteados como blanco o negro. Puesto en palabras del ministro Luis Caputo, “pasar del populismo al liberalismo no es una línea recta”. Vaya que no lo es, estamos aprendiendo en un curso acelerado.

Más allá de las contradicciones, nos queda claro que el gobierno está intentando un cambio de modelo. Un cambio de modelo económico, de modelo regulatorio y de modelo cultural. Al grito de “no hay plata”, aceptado por una mayoría de la sociedad, el cambio inicial transcurre con rapidez y con contradicciones. Superávit fiscal (base caja) en el primer cuatrimestre, tendencia de inflación a la baja, acumulación de reservas en el BCRA, protocolo anti-piquete que empezó a funcionar, comienzo de eliminación de trabas burocráticas y además numerosas denuncias sobre corrupción. Como mencionamos arriba, cada uno de estos “’éxitos” trae aparejada una contraindicación. Es cierto que muchos caminos no quedaban, nuestro país había perdido la confianza del mundo y de los inversores y recién ahora tímidamente levanta la mano mostrando una tendencia de cambio. Pensar que el proceso será corto o sin síntomas dolorosos es una utopía.

Según los analistas del comportamiento social y político (Andrés Malamud dixit), como población le estamos pidiendo al gobierno de turno que acomode primero la economía, luego la seguridad y por último la corrupción. Todo esto en un país donde la pobreza bordea el 50% de la población, donde la salud pública (también privada) y la educación muestran signos de deterioro y donde la estructura que puede dar competitividad al país (rutas, puertos, comunicaciones) es muy pobre. Son muchos frentes. Y con una clase política (Poder Ejecutivo y Legislativo) que debe aprender y reformularse con celeridad para estar a la altura. Como dijimos, no será corto ni fácil. Pero todavía late la esperanza de que puede valer la pena el esfuerzo. Más allá de las espinas.